Tuesday, January 30, 2007

Me ama con locura. Literalmente.

Nostalgia nevada

Llevo toda la semana recordando París, tratando de recrear sus olores, sus sabores, como una Doña Flor. Ella, para quienes no lo sepan, es un personaje de Jorge Amado que ama a través de la cocina y dicen las chicas que se parece y que a mi. Pain au chocolat, crepes, las ventanas pobladas de flores gatunas y el acordeón de Amélie sorprendiéndome en el vagón de metro o en la esquina de la Mairie du Quinzieme.

No es mala actitud se los juro, yo también me llené de blancura de plumecitas nevadas, pero qué quieren que les diga, soy del trópico. Todos los días sueño con dormir con las ventanas de par en par, convivir con los anfibios y mecerme en maderadas mecedoras de mar abierto.

Aun así el Town me sorprende bromista con un sentido del humor resignado, pero alegre. Y Ría se ríe con los acentos extranjeros, con los gestos increíblemente tiernos, con las visitas, con el auto que patina como la Niña, con la pala para quitar el helado de coco caído del cielo de los caminos.
Ría se ríe, claro, porque Ría se va.

Monday, January 29, 2007

Él me habla de moléculas

Hace una semana Sara no dormía. No comía. No podia controlar ciertos temblores, ciertas neurosis, hormiguitas que explotaban como con lupa por todo su cuerpo. Hace cuatro días Sara tenía fiebre. No quería morirse pero sentía un pedazo de tumba en el paladar. Hace tres días Sara notó por la ventana que nevaba y le agradó la abundancia de luz, esa espesura de suavidad que arropa hasta los interiores, las estalactitas asomadas a su ventana. Hace dos días Sara pasó un día como pocos con su hermano y rió cuando el cachorro de visita se comió toda la alacena de la tortuga. Esa noche Sara caminaba por la nieve como si tuviese alas, invadió casas desconocidas con una tropa de marcianos felices y se sintió en casa. Esa madrugada duró hasta que el cielo estuvo rosa, por todo el resplandor de la nieve. Hace un día que Sara limpió toda la cocina, todas las tablillas, pulió todo el piso de madera, cambió todos los muebles, las sábanas, lavó toda la joyería, los sofás, les sacó el polvo a los libros, colgó los excesos y recibió una llamada a las tres de la tarde. Sara fumó especias traídas de una ciudad remota, con aromas celestes. Sara comió pai de frambuesa, de manzana. Sara tuvo hambre de nuevo y se sirvió helado para redundar blancuras. Sara jugó con Ria como si tuviesen cinco años, arrancó estalactitas del techo y las usó como espadas. Sara, junto a un ejército multicolor, hizo angelitos en la nieve y lloró de la risa. Sara tuvo miedo de repente de tanta blancura y lo pensó unos minutos. A Sara le hablaron de moléculas: de cómo trasmitían la energía, de como creaban moebius, de cómo se repelen y de cómo renuevan. A Sara le gustaron las moléculas. Le gustaron mucho. Sara durmió.

Sunday, January 28, 2007

Falling

Al principio están esos que nunca logran adaptarse
Pero que de alguna manera se las apañan.

Nos sorprendió la nevada, aunque lo hace cada año con su abundancia, que es lo más sensual que tenemos en el Town.
Queremos comerla, tocarla, arrojárnosla unos a otros, con cara de yo no fui. Hacer muñecos, esquiar, deslizarnos.

Parada en la noche, super sola en medio de la nada, hubiese jurado que me habían metido en uno de esos cositos que se dan vuelta y simulan la caída de la nieve, y que son protagonistas de tantas escenas cursis en las películas.

Fumar en los pasillos helados, comer comida india, escuchar la historia de un ratón, de alguien que no puede matarlo y que entonces lo lleva afuera, a unos 20 metros, digamos, convencido de que lo mejor sería colarlo por la ventana del vecino para que no regrese. Y que lo diga convencido.

Escuchar en la cocina la lista de obsesiones del nuevo amigo: ni fritos, ni beber del vaso en los restaurantes, ni ducharse en patas, ni sacarse la ropa para dormir en casa extraña. Reír de la tendencia a encontrar amantes con extravagantes records psiquiátricos.

Colgar las lamparitas chinas. Que produzcan el efecto de novela japonesa: En el país de la nieve, o algo así, de Kawabata.

A veces el Town tiene algo blanco.