Violeta es una maestra de no tener comida en el refri/nevera/heladera. Dice ella: “en mi casa nunca falta el pan, la leche ni la mantequilla” -que es como decir que nunca hay nada. Sus niños han convertido en un deporte abrirla cada diez minutos para contemplar el vacío y reflexionar sobre el existencialismo –o la no existencia- y luego cerrarla, quejándose.
Pero Violeta desconoce la solución a sus problemas. Hemos tenido que venir nosotras, tercermundistas también, pero ahijadas del tío Sam, a enseñarle el Arte de la Ilusión Óptica en la Cocina; como hacerle para que parezca que hay, sin que haya.
Ay cosas, como el popcorn que no valen nada, pueden estar almacenadas por meses sin echarse a perder, ocupan poco espacio, el cual duplican luego de dos minutos en el microondas, son saludables y te hacen quedar como una estrella porque están hasta calientes. Son el bloque fundacional de la economía culinaria del ama de casa moderna.
Violeta es pobre ahora, pero cuando sea rica, se comprará un microondas y no habrá vuelta atrás. En vez de invitarnos asados, o caipiriñas, nos invitará popcorn.
Pero Violeta desconoce la solución a sus problemas. Hemos tenido que venir nosotras, tercermundistas también, pero ahijadas del tío Sam, a enseñarle el Arte de la Ilusión Óptica en la Cocina; como hacerle para que parezca que hay, sin que haya.
Ay cosas, como el popcorn que no valen nada, pueden estar almacenadas por meses sin echarse a perder, ocupan poco espacio, el cual duplican luego de dos minutos en el microondas, son saludables y te hacen quedar como una estrella porque están hasta calientes. Son el bloque fundacional de la economía culinaria del ama de casa moderna.
Violeta es pobre ahora, pero cuando sea rica, se comprará un microondas y no habrá vuelta atrás. En vez de invitarnos asados, o caipiriñas, nos invitará popcorn.