Saturday, April 29, 2006

Se nos va Amaya

Ella nunca escribió tantísimo, pero créanme que es una pieza clave del Town. Amaya, nuestra física al tanto de todos los pormenores literarios. La física heterodoxa es también la señorita del colegio inglés que nos tejió gorros, servilletas, arrebatos. Nuestra clarinetista grema, que es como decir aprendiz. La Amaya se nos va para otra universidad en donde está su pololo/jevo. Se nos va conduciendo. Se lleva la alfombra en la que todas hemos aterrizado alguna vez. Se lleva su brillantez, sus frases inesperadas y geniales su disposición. Se lleva la pata rota, el cenicero mal querido por Ría. Se llama los libros, su música (alguien que la detenga). Es broma. Maldita perra, te nos vas, pero te queremos. Que la fuerza del Chastity te acompañe.

Era pequeño en todos los sentidos



producciones maMota presentan Chastity and the Town:
el musical



Primera escena

La Niña se puso un vestido negro para hablar con su papá por webcam. Yo llegaba en bicicleta mientras Violeta caminaba por el pastizal, el eriazo, los yerbajos esos que nos rodean, convirtiéndose en bosque. Nos encontramos a mitad de camino. La niña aparece corriendo descalza y se va de nuevo. Fumamos. Llegamos a los alrededores de la mina. Otro pastizal, con florecillas amarillas silvestres, como las de los manteles de cocina. Fuimos hasta una lomita, nos sentamos. A lo lejos vimos dos perros grandes que se aproximaban. Uno blanco y uno negro. Nos fuimos.


Segunda escena

A mí a los quince años me dijeron en la escuela que el existencialismo era como mirar a través de una gafas con el cristal quebrado.
(Amaya, sobre existencialismo)


[CUT]

¿Tú progresas?
(Ría, sobre el desempeño de Amaya con su nuevo clarinete)

[CUT]
Mudando libros es un buen título.
(Violeta, sobre los traslados)

[CUT]
O sea, que…¿ los mapaches estaban invernando?
(Sara, de repente)

Tercera escena

Conseguimos besitos de coco en el supermercado. Hoy nos reunimos para devorarlos. Ría llegó en pijamas. Descubrimos que a la azúcar en polvo blanca en Chile se le dice dulce flor y en Argentina impalpable. En la isla le decimos azúcar Dominó, por la marca.

Cuarta escena


Stay out of my mother.
(La Niña, al terapista de Violeta)



Epílogo


Mi idea de verano es estar todo el tiempo con vestiditos blancos y sandalias.

Thursday, April 27, 2006

A Pichón Garay

Zorba me dijo que me deje de escribir de cine. Que a quién le importa (o algo así). Bueno, no soy yo la que pasa tardes encerrada en el cuarto para después salir por el Midwest flotando. Tampoco termino pagando el hotel en Chicago. Claro, si quieren saber, hace un tiempo usé la misma expresión con una semana de diferencia (y distintas personas) y me sentí libre, orgullosa: “¿Tenemos con qué cuidarnos?”

Lo que quería decir, y Zorba, perdón, es que ayer en la biblioteca encontré un libro de crítica literaria en donde el crítico dedicaba el texto a unos de los personajes del autor comentado. ¿No es bizarrísimo?

Spring fever

Me contaron esto hoy: que en Wisconsin se vive durante meses con temperaturas bajo cero (eso ya lo sabíamos). Que el lago se congela y que un día, en abril, se escucha el crujido, el crack de banda sonora. El lago se descongela anunciando la primavera. A partir de ahí, en Wisconsin todo es spring fever. Salir, salir y salir del encierro.
Aquí todo es más modesto. No patinamos en el lago, no escuchamos la fría explosión. Pero tampoco damos más y solo pensamos en irnos. Pronto.

Sunday, April 23, 2006

¿Quién es esa chica?

Hasta hace poco no sabía nada de su existencia. Ahora me la encuentro en todos lados, en Sara, en el teatro, en Brasil, en el diario Clarín un domingo.
Spivak.
Y no es porque vivo en un pueblo.

Saturday, April 15, 2006

Parece una fábula

A ti, pintor
La sentencia estuvo en querer perpetuar olores a gramita mojada. El final (debemos ser contundentes) llegó sin aviso, como la última pincelada del cuadro entramado. Tú siempre lo supiste. Que la liviandad de los besos era como tener el cadáver de una reinita entre los risos. Tú siempre lo supiste, que lo nuestro era como el tatuaje kitsh de algún pirata. Éramos el tesoro robado de la caravela del tiempo. Éramos las aceitunas que acompañan el cansancio de la tarde, antes de la desnudez, que era como ser herejes de la siesta. Yo siempre lo supe, que todo lo que nos refugiaba estaba al aire libre, como los cuerpos de una playa sin flamencos. Nuestra historia (nuestro intento de historia, nuestra hipótesis redonda de acurruques, si prefieres) me devolvió la fe en los aromas, después de todo, y en las camas de una plaza. Algo andaba mal, si tomamos en cuenta que amarnos era atravesar un océano, el mediano oeste, varias ciudades y para colmo escalar una torre. Aún así, siempre latía el corazón aliviado al mirarnos más allá de las pupilas, con el modo amable de los cuerpos que tanto se sabían, por las mañanas, antes de la greca.

Wednesday, April 05, 2006

La pena de la piel

- para la colombiana, que también estaba allí

Otra más entre la piel y la tela. Otra que contenga la piel que gritando busca salir desde donde se asoman, como en una pintura medieval, las manos, el cuello y la cara, debajo de las dos camisetas. Doble cerrojo para la prisión del cuerpo. Que no los sorprendan nunca pezones erectos ni pecas peregrinas.

No se miran hace meses los sobacos ni los pies y no los extrañan. No se buscan diariamente entre la espuma del jabón resbaladizos lunares para admirarlos; no los buscan en el otro tampoco. No desabotonan sus ojos la ropa en busca de ombligos ajenos.

Pero el que no tiene pena de la piel, busca y siempre encuentra el caracol de la oreja, la curva del labio inferior y el hoyuelo en la barbilla. Piensa en lamerlos. Desea desvestirlos, quitarles capa a capa la vergüenza; pelarlos como una fruta, abrirlos como una flor. Descalzarlos y soltarles el pelo. Tocarlos. La sagrada masa blanda y pálida que tiembla pudorosa, surcada de venas azules y sudores frescos, erizársela.

Que sientan la caricia del sol, la brisa y la saliva. Que se recorran unos a otros, vértebra por vértebra, la espalda. Que adivinen que vibran. Sentirlos yo que placen y ríen.