Rocinante hemos nombrado al auto de la comunidad. Ese que te lleva al mercado, ese que nos sirve de ambulancia, ese que cuela agua por el techo, ese, por el cual tantas veces me han embaucado, ese, en que todos hemos dejado alguna vez encerradas las llaves. Rocinante, nuestro fiel compañero de andanzas, se conoce a todos los mecánicos del Town, desde el más fraudulento hasta el más honesto, desde la mega cadena de mecánicos incorporada hasta el ingeniero-mecánico amateur.
Cada vez que llevo a Rocinante al mecánico tengo una experiencia surreal netamente Townense. El primer mecánico era más mago que mecánico. Nunca supo que tenía el auto, pero intento arreglárselo por métodos adivinatorios que no funcionaron. De más está contarles que perdí todo mi dinero en reparaciones fantasmas.
El segundo mecánico vino al rescate en una noche de copas una noche loca. Los lectores de Chastity lo conocen mejor como la versión mexicana de Romeo, su pseudónimo según Sara. Ese fue el único que hizo algo positivo por Rocinante. Se paso tres meses atendiéndolo como a un cachorrito enfermo hasta que lo devolvió a la vida. De paso también me cambio el aceite y el filtro a mi, que falta que me hacía. Pero en lugar de meternos en el escabroso terreno de los símiles entre figurase femeninas y vehículos de motor, pasemos al siguiente.
Otro de ellos, el más midwest de todos, al notar mi acento sospechoso me pregunto sobre mi procedencia. Isleña, le respondí, a lo cual reaccionó diciendo que hace poco había escuchado una noticia sobre una mujer brasileña que había lanzado su bebé recién nacida al río. Sé que a petición popular hemos eliminado la opción de comentarios en este pequeño espacio, pero aún así le pido a mis lectores que reflexionen un momento sobre la relación que puede tener esa mujer barbárica con una servidora, además del acento foráneo...
Pero obviando los choques culturales que caracterizan mi estadía en el Town, pasemos al recuento de otra animada plática con un mecánico. El sujeto de hoy, luego de pedir 560 dólares por un cambio de frenos (CÁGATE EN TU MADRE HIJO DE PUTA!) procedió a hacerme la antes mencionada pregunta, a la cual di nuevamente la antes mencionada respuesta. Acto seguido dijo con un acento sureño seguramente tan inteligible como el mío “Do you have a big family”, extrañada contesté que no “Not at all”. “Oh -djo él- you must have a big boyfriend”. Y ahora, horas más tarde esa pregunta me persigue. Digo yo, ¿a qué se refería con big?
En el Town, donde hay escasez de hombres los únicos que me ponen conversación son los mecánicos. Hay que estar atento a las señales, diría la mamá de Sara. Por si las moscas, esta noche como todas las noches recientes me tiro las cartas. Si me sale la carta de “El carro” me jodí. Viene hacia mi un enano manejando un carro tirado por caballos que van en direcciones contrarias.
Cada vez que llevo a Rocinante al mecánico tengo una experiencia surreal netamente Townense. El primer mecánico era más mago que mecánico. Nunca supo que tenía el auto, pero intento arreglárselo por métodos adivinatorios que no funcionaron. De más está contarles que perdí todo mi dinero en reparaciones fantasmas.
El segundo mecánico vino al rescate en una noche de copas una noche loca. Los lectores de Chastity lo conocen mejor como la versión mexicana de Romeo, su pseudónimo según Sara. Ese fue el único que hizo algo positivo por Rocinante. Se paso tres meses atendiéndolo como a un cachorrito enfermo hasta que lo devolvió a la vida. De paso también me cambio el aceite y el filtro a mi, que falta que me hacía. Pero en lugar de meternos en el escabroso terreno de los símiles entre figurase femeninas y vehículos de motor, pasemos al siguiente.
Otro de ellos, el más midwest de todos, al notar mi acento sospechoso me pregunto sobre mi procedencia. Isleña, le respondí, a lo cual reaccionó diciendo que hace poco había escuchado una noticia sobre una mujer brasileña que había lanzado su bebé recién nacida al río. Sé que a petición popular hemos eliminado la opción de comentarios en este pequeño espacio, pero aún así le pido a mis lectores que reflexionen un momento sobre la relación que puede tener esa mujer barbárica con una servidora, además del acento foráneo...
Pero obviando los choques culturales que caracterizan mi estadía en el Town, pasemos al recuento de otra animada plática con un mecánico. El sujeto de hoy, luego de pedir 560 dólares por un cambio de frenos (CÁGATE EN TU MADRE HIJO DE PUTA!) procedió a hacerme la antes mencionada pregunta, a la cual di nuevamente la antes mencionada respuesta. Acto seguido dijo con un acento sureño seguramente tan inteligible como el mío “Do you have a big family”, extrañada contesté que no “Not at all”. “Oh -djo él- you must have a big boyfriend”. Y ahora, horas más tarde esa pregunta me persigue. Digo yo, ¿a qué se refería con big?
En el Town, donde hay escasez de hombres los únicos que me ponen conversación son los mecánicos. Hay que estar atento a las señales, diría la mamá de Sara. Por si las moscas, esta noche como todas las noches recientes me tiro las cartas. Si me sale la carta de “El carro” me jodí. Viene hacia mi un enano manejando un carro tirado por caballos que van en direcciones contrarias.