Thursday, September 28, 2006

Cosas veredes, Sancho.

Rocinante hemos nombrado al auto de la comunidad. Ese que te lleva al mercado, ese que nos sirve de ambulancia, ese que cuela agua por el techo, ese, por el cual tantas veces me han embaucado, ese, en que todos hemos dejado alguna vez encerradas las llaves. Rocinante, nuestro fiel compañero de andanzas, se conoce a todos los mecánicos del Town, desde el más fraudulento hasta el más honesto, desde la mega cadena de mecánicos incorporada hasta el ingeniero-mecánico amateur.

Cada vez que llevo a Rocinante al mecánico tengo una experiencia surreal netamente Townense. El primer mecánico era más mago que mecánico. Nunca supo que tenía el auto, pero intento arreglárselo por métodos adivinatorios que no funcionaron. De más está contarles que perdí todo mi dinero en reparaciones fantasmas.

El segundo mecánico vino al rescate en una noche de copas una noche loca. Los lectores de Chastity lo conocen mejor como la versión mexicana de Romeo, su pseudónimo según Sara. Ese fue el único que hizo algo positivo por Rocinante. Se paso tres meses atendiéndolo como a un cachorrito enfermo hasta que lo devolvió a la vida. De paso también me cambio el aceite y el filtro a mi, que falta que me hacía. Pero en lugar de meternos en el escabroso terreno de los símiles entre figurase femeninas y vehículos de motor, pasemos al siguiente.

Otro de ellos, el más midwest de todos, al notar mi acento sospechoso me pregunto sobre mi procedencia. Isleña, le respondí, a lo cual reaccionó diciendo que hace poco había escuchado una noticia sobre una mujer brasileña que había lanzado su bebé recién nacida al río. Sé que a petición popular hemos eliminado la opción de comentarios en este pequeño espacio, pero aún así le pido a mis lectores que reflexionen un momento sobre la relación que puede tener esa mujer barbárica con una servidora, además del acento foráneo...

Pero obviando los choques culturales que caracterizan mi estadía en el Town, pasemos al recuento de otra animada plática con un mecánico. El sujeto de hoy, luego de pedir 560 dólares por un cambio de frenos (CÁGATE EN TU MADRE HIJO DE PUTA!) procedió a hacerme la antes mencionada pregunta, a la cual di nuevamente la antes mencionada respuesta. Acto seguido dijo con un acento sureño seguramente tan inteligible como el mío “Do you have a big family”, extrañada contesté que no “Not at all”. “Oh -djo él- you must have a big boyfriend”. Y ahora, horas más tarde esa pregunta me persigue. Digo yo, ¿a qué se refería con big?

En el Town, donde hay escasez de hombres los únicos que me ponen conversación son los mecánicos. Hay que estar atento a las señales, diría la mamá de Sara. Por si las moscas, esta noche como todas las noches recientes me tiro las cartas. Si me sale la carta de “El carro” me jodí. Viene hacia mi un enano manejando un carro tirado por caballos que van en direcciones contrarias.

Tuesday, September 19, 2006

Caer está preñado


Leía a Baltasar Gracián. Dice que el verbo barroco ha de ser preñado. Nueve días después, leo lo que escribió Ría porque recibo un email de la brujita preguntándome de la caída del caballo y la de la bicicleta. Otra amiga en esa ciudad cercana me dice que si sigo así el lema debería ser “le caigo allí”. Espero que no haya sido mi deidad amarilla, pero el prepúber se cayó y se rompió la muñeca y a la niña se la cayó un espejo en el pie, y adivinen qué: Servicio Privado 24 Horas de Ambulancia a Domicilio Ría INC. le cayó allí al rescate de los más que se caen del Town. La vida no me da para leer todo lo que tengo que leer y menos con tantos accidentes inesperados. Digamos que lo del caballo fue una obra de caridad netamente Townense. La nueva casera solo siguió los consejos del pastor de la iglesia y yo, que acababa de llegar entregada a los orishás recibí el mensaje protestante: no te subas en nuestros caballos, súbete en un avión y vuélvete a esa tierra de negros libidinosos en la que según tu blog aún te encuentras. Escribo sobre el Polifemo de Góngora e intercalo pasajes del cuento Ursula de Felisberto Hernández y en mi musaraña se teje una historia disímil y armoniosa que no tengo tiempo de escribir. Lo de la bicicleta fue una caída lacaniana. El jouissance del rebote en la brea. Masoquismo aerodinámico, que trajo rebote de bomberos y todo. Sí. Los bomberos llegaron a rescatarme, y antes que ellos una mujer preñada casi me lleva al hospital (que no Ría). Por suerte (?) me llevó la policía a la clínica de la universidad y llamé a Ría esmelená en llanto, más por el susto y el efecto sincrónico de la caída (bis) que por fractura, que no tuve. Sólo mucho dolor en el hombro y cero yoga por par de semanas. El bolsillo se me cae con los deducibles de mi seguro médico fatulo. La preñez de los verbos sigue siendo bella. El otro dia caminando por el vecindario vi a la mujer preñada que casi me lleva al hospital y le dije que estaba “huge”, creo que mi adjetivo no le cayó bien, según me hizo entender Violeta.

Pd. En la foto, la yegua de mi caer

Sunday, September 10, 2006

Ahora que ya nadie publica

El Town nos ha recibido mal. Y nosotras que llegamos tan llenas de alegría, de esperanza, de ilusión, como supuestamente llega el año nuevo según las parrandas navideñas. Pero no.
Sara se trajo de Brasil un espíritu chocarrero que se entretiene empujándola y propiciándole caídas. De un caballo, de una bicicleta. Visité de nuevo el hospital, pero con ella. ¿Será un comentario sobre la [falta de] transportación en el Town por parte del ente? ¿Serán los huesos siempre como ella decía?
Violeta esta mas pelá que la rodilla de un cabro y como si fuera poco la Niña tiene algun salpullido febril que la pone insoportable de ánimos y el Niño es prepúber, sin necesidad de mas explicaciones. No olvidemos que el auto está malo también. Escupe gasolina.
Yo, desde que llegué, sueño cada noche sueños intranquilos, donde Granada se me mezcla con México y Marruecos con París, el gitano trabaja en una compañía de gases industriales y el francesito le va a México en el mundial de fútbol. Creo que estoy alucinando.
Por eso mis queridos lectores, es que ya nadie publica.