Tuesday, November 28, 2006

Y la casa tuya, tu calle y tu patio

Siempre quise celebrar un San Guivin como dios manda o como la historia de los pilgrims que trajo a casa la Niña manda. En mi familia (que no llega a eso) nunca se comió en la mesa, mucho menos se hizo un pavo, ni siquiera un pernilito, que es lo más comun. Mis primeros intentos fallidos de crear domesticidad fracasaron, pues viví con alguien que prefería cualquier hotdog antes de una cena familiar. Mis segundos intentos –los homosexuales- ni procedieron. Amaya pensaba que el pavo, el Día del Pavo, era irrelevante (aunque luego comiéramos pavo muchas veces).

Romeo Mex me llamó para decirme que me esperaba con un pavo –crudo, que conste. La sorpresa me mordió los dedos de los pies, pero era de esperarse, porque resulta que a el sí le encantan los simulacros de matrimonios felices. Le inyectamos vino, lo rellenamos de piñones y pasas, invitamos a unos amigos que hacían las veces de familia y jugamos a la casita.

En la noche nos enrollamos en un saco de dormir y jugamos a que acampábamos.

Tirada en la cama contemplé los pájaros pasar por la el tragaluz gigante del techo y jugué a ser un personaje en Las babas del diablo.

Me puse toda la lencería de la que soy capaz y jugué a ser playmate of the month.

Me pasé el fin de semana jugando y dando gracias a la vida, que me ha dado tanto.

Wednesday, November 22, 2006

What I lack

Anoche corto con Sara, después de una conversación literaria. La Niña dibujaba en la mesa. Se acerca y a las carcajadas me da un dibujo que tiene escrita la frase:

No tenés ninguna rizoma.

Tuesday, November 21, 2006

Las tías

Las escenas se repiten como en esa película preciosa, “El día de la marmota.”
Ahora que lo pienso, fue la película que en el café de Chicago había que adivinar para ganarse un premio. Él me dijo: “En inglés, ¿cómo se dice marmota?” Yo tampoco sabía.

No creo aprovechar la similitud de mis días para aprender a hacer millones de cosas diferentes, lo que pasa en la película (de las que sólo recuerdo las esculturas de hielo). Como dijo Sara, si me preguntan cómo estoy, sólo puedo contar el argumento de la novela, la muerte del autor, el fragmento, el rizoma.

De esas escenas que se repiten, una forma un triángulo, en el que primero Ría, después yo y finalmente Sara, llegamos a la casa de turno, pálidas y casi llorando. Un abrazo cálido y largo, una explicación y todo pasó. Hay consuelo, sí, y eso que siempre creo que no hay otro que no sea el interior.

La anteúltima vez me tocó a mí, por mi padre. Me senté en la cocina con las chicas y lloré, por sus pulmones de fumador, por la lejanía, por el cansancio en el pueblo de la marmota. Conté, también, parte de una novela en la que el protagonista viaja a Río de Janeiro y tiene un deja-vú al ver la ciudad, hasta que se da cuenta que la reconoce por las fotos que su padre le había mandado cuando era niño, cuando los había abandonado a él y a su madre para mudarse a Río. Sara dijo: “a mí me pasó lo mismo, cuando fui a Madrid. Reconocía los lugares por las postales que me había dado mi abuela. Decía, uy! Esa es la Plaza Mayor…”

Como todos los lunes hoy fui a buscar a la Niña a la casa de Sara y Ría. Voy a clase y ellas la cuidan. La Niña había hecho unos dibujos de animales surrealistas, un oso comiendo una rosa, una especie de ameba en desarrollo, la gallina más alada del mundo. Ría compró un marco y cuando llegué ahí estaba, ya colgado el cuadro. Después leyeron el libro del día de Acción de Gracias, y la Niña aprendió, gracias a sus tías, que todo lo que decía eran mentiras, que los pilgrims habían matado a los indios. En el auto de regreso, la Niña alabó las bondades de sus tías, que “me cuentan todos los secretos.”

Parece que fue un lunes feliz. Eso sí, la estratagema de Ría, de ponerse un mameluco para convencer sutilmente a la Niña de usar uno que le regalaron, no funcionó. Mientras pintaba, y Ría cocinaba, la Niña la miró, se río (como ella suele hacerlo, de ese modo desarmante y veloz) y le dijo: “¿Por qué estas vestida para ordeñar vacas?"

Monday, November 20, 2006

Y viceversa

Ría y yo nos peleamos. Aunque no sé cuán claro esté para los lectores del Chastity, este semestre, tras la irreparable partida de Amaya, Ría y yo nos mudamos juntas a “La casita”. La razón de la pelea no importa, pero ahora que la rememoro, fue muy parecida a las peleas que solía tener con mi hermana. Ese día habíamos hecho la limpieza ancestral por la que Ría clamaba. Yo le pedí un favor, ella dijo “No quiero”, yo le restrallé la puerta en la cara. Ella se fue. Yo, molestísima, trate de llamar a otra amiga y sin querer marqué el celular de Ría. Improvisé (de esto se está enterando ella por este medio), le dije cualquier cosa (muy molesta conmigo misma por mi despiste selectivo) y enganché. Me fui a casa de Violeta, a recibir terapia, porque me reconocía muy desbalanceada. Cuando llegué a la casa, ahí estaba Ria, en la entrada. Nos sonrreímos parcamente. Me encerré en el cuarto. Ella tocó la puerta, se sentó, me dijo infantil, yo le dije egoista, ella me dijo pataletera, yo le dije caprichosa. Me defendí, se defendió, la critiqué, me criticó, lloré, lloró, nos abrazamos. Luego almorzamos.

Los días en el Town no son fáciles. Son densos y la más de las veces aburridos. No se puede ir caminando a ningún sitio y la gente parece de embuste. Además, hace dos semanas que mi amor, quien estuvo de visita por tres semanas, regresó adonde pertenece. Cuando uno retoma la costumbre del cuerpo del otro, y el otro se va, el sueño se esfuma de tanto espacio que sobra en la cama. Estuve dos semanas desveladísima. También, tenía una ansiedad. Me pasaba la noche pensando en lo que no había dicho, lo que no había hecho, lo que no había escrito, incluso pensaba en lo que no había pensado. El lunes le hice una entrevista a un escritor que admiro bastante y la redacción de esas preguntas y la ansiedad de conocerlo no me dejaban quieta. Entonces, “Santa Melatonina, ruega por nosotros”. Saqué el pote de melatonina de la gaveta y problema resuelto. Ahora duermo y me disfruto lo que leo, lo que escribo y hasta lo que pienso.

En un mes estaré en la Isla, abandonaré la castidad impuesta y seré la que suelo ser a esa temperatura. Sin embargo, hay estrés acumulado y por venir: tres monografías y las solicitudes para cambiar de programa y, lo más importante, de coordenadas geográficas. Violeta cuenta que cuando la llaman sus amigas y le hacen el recuento de sus amenas y ajetreadas vidas ella hace el resumen de los últimos libros que se leyó. Ayer adopté la premisa. Total, las vidas de los libros validan la mía en el Mediano Oeste.

Ría escribe en una libreta planes b, c y hasta z de cosas que haría si no la admiten en el programa doctoral de sus sueños, o si no se admite ella en la vida monástica por cinco años más. Violeta se enamora de las novelas brasileñas y concluye que desde la adolescencia no se sentía tan identificada con una obra. Su nevera, cabe señalar, últimamente está llena, aunque si le compra la merienda a la niña el viernes no le dura hasta el lunes. Ahora, el niño, Violeta y yo modelamos abrigos con pluma de ganso, para que el invierno no nos congele las ganas de caminar…de su casa a la mía y viceversa.
Imagen: Propped, 1992, de Jenny Saville.

Sunday, November 19, 2006

Los afanes domésticos

Rocinante se inundó. Como les comenté anteriormente el agujero que tiene en el techo colaba agua y en las últimas lluvias oscilaba entre el Niágara e Iguazú. Criptor y el Come Galletas insisten en tomarlo prestado para salir. Salir de compras al mercado quiero decir, que son nuestras únicas salidas townenses.

Pero en esta ocasión y para variar el tono melancólico de mis confesiones, no me estoy quejando. La falta de destinos hacia donde gravitar hace que me quede en la casa constantemente cultivando las sencillas artes domésticas que la ex presidiara Martha Stewart promueve y que una clase llamada FAC le intenta enseñar al Niño en algún colegio intermedio perdido en el Midwest.

Pan de guineo, galletas de mantequilla de maní, pie de limón. Estas son algunas de las delicias culinarias que confecciono para matar el tiempo y engordarlos a todos, aunque me informan que, de estos, el último no era precisamente delicioso.

Poner trampas de ratón por toda la casa, ensartando con cuidado un pedacito de salami y sujetando el resorte con la palanquita indicada. Colocar sigilosamente para que no salte encima de tus propios dedos. Aguardar el cadáver. Pagarle un dólar al Niño para que lo remueva. Un proceso lleno de intriga.

Lavar. Ese si que es todo un evento, porque implica el desplazo, aunque sea uno breve, cargada de detergentes y pantis sucios a casa de dos elegantes caballeros que viven en concubinato.

Perpetuo Socorro y Porfirio Díaz, las mascotas del Town, que se parecen a Rocinante por aquello de que pasan de mano en mano cada vez que llegan las vacaciones. Buscarle nana a Perpetuo Socorro o a Porfirio Díaz es uno de los retos más grandes que he tenido durante mi estadía en esta situción. Cambiarles el agua de las peceras, alimentarlos y entrenarlos para que algun día se ganen la vida en Sea World ocupan nuestro tiempo. Estamos hablando, respectivamente, de un pez y una tortuga.

Ser madre. Eso me toca los lunes. Tengo dos hijos ya crecidos a quienes no hay que cambiarles los pañales, pero hay que entretenerlos. Los hago parte de las otras actividades que les he mencionado y los ocupo con las cartas del Tarot, que han logrado cautivarlos. Si no, que vean Disney Channel.

Consumir psicotrópicos y desarrollar placenteras adicciones en la intimidad de tu hogar. Esta es una de las actividades que mas tiempo ocupan, ya que implica solicitarlos, esperarlos, recibirlos, pagarlos, consumirlos, disfrutarlos y recuperarse de sus efectos.

Cuando no me dedico a éstas fantaseo, que es lo que mejor se me da. Sueño con las cuevas del Sacromonte, sueño con la plaza de Coyoacan, sueño con islas tropicales donde hablan una dulce mezcla entre francés y creole, y me voy llendo. Me voy llendo, me estoy llendo, desde que llegué.

Tuesday, November 07, 2006

Multifacética

Todo lo que le tomó a Solá-Voriasi para destruir mis esfuerzos de un mes fue un escueto email en que aprovechaba la ocasión para felicitarme en mi cumpleaños. Aparentemente mi propuesta carece de hipótesis. Claro, que yo estaba segura de que esas veinte páginas escritas bajo un sol isleño que no me pude disfrutar precisamente por estar escribiendo, eran la articulación prolongada de una hipótesis de siete pares de cojones.

En medio de una crisis llame por teléfono a Cristóbal , experto en el tema de las desilusiones, para comentar como los estudios graduados se tratan de eso; de que te destruyan continuamente para que te puedas tirar un Phoenix Performance y renacer de las cenizas. Me quejo, claro, pero por lo menos a mi me destruyen con buenas intenciones, no como al pobre de Cristóbal, a quienes sus superiores desprecian con toda comodidad porque es negro, culón, isleño y encima maricón.

Algo me hace pensar, y puede que me equivoque, que entrar en este ciclo destrucción-renacimiento por cinco años no es un escenario ideal y que puede tener serias consecuencias psicológicas. Puede que sea mejor idea echarlo todo por el caño e irme a la ciudad de los vientos o a alguna otra parte a poner en práctica alguno de mis muchos talentos.

Me imagino siendo escritora en las tardes después de uno de esos trabajos de 8 a 5 que tienen todos los literatos sin doctorarse. Me imagino a la cabeza de un restaurante llamado El Platanito preparando delicias que hacen honor a mi abuela paterna. Mi imagino cobrando a $10 la tirada de cartas. Me imagino vistiendo una tanga en el tubo de un club de caballeros. Les digo que tengo talentos varios.

Thursday, November 02, 2006

para que te encarames