Friday, February 09, 2007

Vida de perros

No se quien comenzó el rumor, pero no es cierto. La nieve no es bonita, ni buena, ni agradable. El Town se ha llenado de emergencias.

A Rodrigo Díaz (de Vivar) se le heló la casa. Increíble pero cierto. Cuando regresó de uno de esos fines de semana en los que rompe con la castidad, lo que había por casa era un igloo. También se le congeló el auto, pero eso ya no nos sorprende. Por suerte, la novia no le cortó, ni tiene perro que se le muera.

El Come Galletas con bata de felpa azul marino, medias, chancletas y barba de tres días se lamentaba, gancho de whisky en mano, de que se acabara la leche para el café de mañana, de que se acabara el café y de que se acabaran las ilusiones de vivir, si hubieron.

Yo tuve migrañas, naúseas, me pase un día y medio en la cama, durmiendo, leyendo, medio con hambre, medio con culpa de no estar estudiándome los 200 libros que tengo que conocer de aquí a un mes (entre los que perfilan Silva a la agricultura de la zona tórrida, El sí de las niñas y maravillas por el estilo). Creo que estoy hibernando.

Hoy conocí a una perra procedente de la misma isla de la que vengo yo. Habla español, pero se ha visto obligada a aprender inglés. Me vio y casi se muere de alegría parándose en dos patas como haría cualquier perro sandunguero de los de mi diminuto país. Entre besos que me recordaron a mi Fulanita, le pregunté que como le iba con la nieve y me meneó la cola con alegría característica de todos los perros. Pero tan pronto se volteó la dueña, que es gringa, me dijo bajito en español: Mija, no es por ser mal agradecida, pero esta mierda de la nieve no se la merece nadie, ni siquiera nosotros los perros.