Monday, January 29, 2007

Él me habla de moléculas

Hace una semana Sara no dormía. No comía. No podia controlar ciertos temblores, ciertas neurosis, hormiguitas que explotaban como con lupa por todo su cuerpo. Hace cuatro días Sara tenía fiebre. No quería morirse pero sentía un pedazo de tumba en el paladar. Hace tres días Sara notó por la ventana que nevaba y le agradó la abundancia de luz, esa espesura de suavidad que arropa hasta los interiores, las estalactitas asomadas a su ventana. Hace dos días Sara pasó un día como pocos con su hermano y rió cuando el cachorro de visita se comió toda la alacena de la tortuga. Esa noche Sara caminaba por la nieve como si tuviese alas, invadió casas desconocidas con una tropa de marcianos felices y se sintió en casa. Esa madrugada duró hasta que el cielo estuvo rosa, por todo el resplandor de la nieve. Hace un día que Sara limpió toda la cocina, todas las tablillas, pulió todo el piso de madera, cambió todos los muebles, las sábanas, lavó toda la joyería, los sofás, les sacó el polvo a los libros, colgó los excesos y recibió una llamada a las tres de la tarde. Sara fumó especias traídas de una ciudad remota, con aromas celestes. Sara comió pai de frambuesa, de manzana. Sara tuvo hambre de nuevo y se sirvió helado para redundar blancuras. Sara jugó con Ria como si tuviesen cinco años, arrancó estalactitas del techo y las usó como espadas. Sara, junto a un ejército multicolor, hizo angelitos en la nieve y lloró de la risa. Sara tuvo miedo de repente de tanta blancura y lo pensó unos minutos. A Sara le hablaron de moléculas: de cómo trasmitían la energía, de como creaban moebius, de cómo se repelen y de cómo renuevan. A Sara le gustaron las moléculas. Le gustaron mucho. Sara durmió.