Monday, June 26, 2006

C.J., CHIH

A San Lorenzo lo frieron. Es un santo con mucho sentido del humor, me dice su mamá, cuando lo estaban cocinando dijo denme vuelta que aun falta el otro lado. Tal vez por eso lo canonizaron, pienso, por mostrarse tan dispuesto ante la tortura. Allí el santito de yeso, que es asombrosamente pequeño, sostiene en su mano la parrilla en la que lo achicharraron. Eso si que es un buen chiste.

Concede milagros y según fui viendo es bastante eficiente porque tiene peticiones de peregrinos de toda la región. Algunas hasta por escrito. En agradecimiento, los fervorosos le traen milagritos; figuritas de plata: una patita, un bracito, un par de ojos, unos senos o un corazón atravesado por un puñal, depende del favor. También rodean su altar de vestidos de novia, de quinceañera, de ropitas de bebé, de fotografías, de flores.

San Lorenzo tiene una nave personal, adyacente a la nave donde está el altar en la que se celebran las misas, pero más grande. La cantidad de velas colocadas por todas partes supera con creces las que rodean la imagen de cierta virgen pálida que conocí en una ocasión y que tiene muchísimo menos sentido del humor que San Lorenzo. El calor de allí avergüenza al sol picante del desierto. No sé si por fe o por sofocón, él se arrodilló. Le pidió algo a San Lorenzo y puedo sospechar qué, pero no estoy segura.

A la salida, su papá me compró una Coca-Cola. Yo me ahogaba.

Tuesday, June 13, 2006

El verano en el Town (aunque es primavera)

Trajo una invasión de garrapatas, que vienen de los venados, de esas criaturas amables, que a Sara la persiguen cuando va en bicicleta, pero que cuando me ven a mí se quedan paradas, como estáticas en una pose coreográfica. En el bosquecito de enfrente, en el camino en que me pierdo cuando quiero fumar sin que me controlen los vecinos, un venado me miró a los ojos. Estas son las cosas que pasan.

Además voy en bicileta, terminé la primer temporada de Desesperate Housewives, para comentarla con Zorba a la vuelta. Me cansé de inmediato del Niño y la Niña desde que no van a la escuela, y pensé a diario que nunca podría ser una stay-home-mom.
Compré un pasaje para New York. Imaginé fiestas en jardines y telas vaporosas.
Di clase. En el silencio del primer examen, un alumno se tiró un pedo. Todavía no se lo dije a nadie. ¡Dios, casi me muero!

Friday, June 02, 2006

Los huesos siempre

Los huesos siempre me han traído problemas. Cuando pequeña tenía una pesadilla recurrente. Llegaba a lugares en donde solo había esqueletos andantes. Un día escuché a una de mis tías, quien es budista, que conversaba con mi mamá, quien es católica. Mi tía le decía a mi mamá que para zafarse de una pesadilla que tenía meditaba todas las noches antes de acostarse, mi mamá le decía que ella oraba. Así, según ellas, se les quitabana las pesadillas. Esa noche descubrí el sincretismo religioso. Rezaba la oración del carmelo, que me gustaba mucho, y hacía lo que para mí en aquel entonces era meditar (sentarme con las piernas cruzadas y cerrar los ojos). Las pesadillas de los esqueletos ambulantes desaparecieron. Sin embargo, con el tiempo, regresaron; aunque ya no eran esqueletos ambulantes, sino el único hueso externo: los dientes. Desde entonces he tenido todas las variables de pesadillas de dientes posibles en mi repertorio subconsciente. Mis huesos siempre han sido problemáticos. Heredé la dentadura de mi padre, con todas las repercusiones, y la debilidad osea de mi abuela materna, que sufre de artritis crónica. En una ocasión me rompí la pierna izquierda en dos pedazos y estuve enyesada por seis meses. Desde diciembre había tenido dolores muy fuertes en la rodilla derecha. En el Town, el generalista no había querido hacerme ninguna radiografía, pues estimaba que lo que me pasaba era que tenía la patela floja, es decir, me tachaba de vaga. Yo le decía, mire usted, yo bailo, corro bicicleta y me considero bastante activa, aunque claro está, paso muchísimas horas sentada leyendo y escribiendo en el ordenador, pero eso no justifica un dolor nacido de la nada sin trauma, puesto que el dolor me empezó de un día para otro. No hubo forma, me mandó a unas terapias físicas y me despachó. Fui tres veces más en el semestre y en todas le achacó mi dolor a la falta de ejercicio. Llegué a la isla hace unas semanas y el dolor regresó, no muy fuerte, pero está ahí. Como dentro de dos semanas me voy de viaje y pienso atravesar un gran tramo de tierra sudamericano a pie y con mochila, decidí resolver el enigma y hacerme un MRI en la rodilla. Mi plan médico del Town es bastante mediocre y los especialistas de acá no lo aceptan, sino que tengo que pagar y luego el plan me rembolsa. Sin embargo, si es una emergencia, me cubre un 80%. Así que fui a sala de emergencias y dije que me había lastimado la rodilla bailando salsa. Estuve desde las 9:00 a.m. hasta las 6:00 p.m. en la sala de emergencias de algún hospital lleno de emergencias en el cual para colmo habían escogido la mañana para hacer un simulacro de ataque bioquímico. Resulta que tengo líquido, un pequeño quiste y degeneración del menisco. Me gustaría restregarle el MRI en la cara al generalista del Town y decirle que es un mediocre, un negligente que ojalá y lo demanden, pero me alegra no poder hacerlo, porque eso significaría estar allí.

Desde la tierra de las piñas

Me preocupa que a Violeta, en cuanto nos fuimos, se le hayan olvidado las reglas del blog. Violeta, sabemos que estás en el Town sola, y que esos 20 días fuera de allí parecen remotos, pero no puedes descifrar el secreto. El Town puede ser cualquier Town del Midwest. Ya hice lo pertinente. No tiene nombre, recuérdalo, mamita chula. Ayer hablamos. Quizá podría contarte cosas más divertidas en este momento, porque ayer acababa de llegar de una caminata de dos horas y estaba extenuada. La isla es bella, aunque no me he bebido ninguna piña colada todavía. Mi abuela hizo majarete. Prometo llevar el secreto conmigo al Town, si no es que ya Ría lo sabe. Ría me llamó desde Texas. Me dio una alegría escucharla. Yo estaba en mi alma mater, sentada frente a ese teatro que parece que nunca van a restaurar y al que solo fui durante el 98. Es precioso, Violeta, sé que lo adorarías. Allí estaba yo acabando de fumarme un porro de hydro (cripi, en el slang de la isla). Delicioso. En el verano la universidad está desierta acá también, pero así me gusta. Imáginate una isla llena de cemento en donde todo lo posiblemente grafiteable lo está efectivamente. Ahí estoy, y me he pasado horas en las guaguas y tren urbano mirándolos, entendiéndolos. Conocí a mi grafitera favorita el otro día. Se llama Sofía y hace unas cosas increíbles. La conocí porque ahora algunos llevan los grafitis a las galerías. Ay, mi querido Chastity heterodoxo. Le cuento a mi pintor la anécdota de Mickey. Me pregunta que si le pasará eso a él estando en el Town. No, le digo. Yo seré tu piña colada.

Thursday, June 01, 2006

Las tinieblas del Midwest

I- Considerando el suicidio

Amaya y Zorba llaman desde Granada. Me recuerdan, dicen, mientras toman vino, comen cosas ricas, escuchan música triste y hacen caminatas. Sara manda su foto de los diarios, adorable. De Ria me llega un mensaje en el contestador: “Hola, no me gusta tu nuevo mensaje para decir que no estás. Me gustaba más el otro. Estoy en la frontera, a punto de cruzar para la ciudad.” Su road trip marcha.
Aguacates en las placitas públicas. Parece irreal. Amigos en el país en que viví tanto tiempo. Ser copiloto de un chico. ¿Cuánto me falta? ¿Y cuándo no vuelvo más?
Mickey me cuenta que una playa preciosa de Costa Rica está a la misma altura que el Town. Que una vez, estando ahí sentado mirando el océano con dos piñas coladas (una en cada mano, dice) trazó una línea imaginaria entre la playa y el Town. Y que de inmediato se preguntó cómo un tico podría no considerar el suicidio en caso de tener que mudarse de Costa Rica a el Town. Mickey es un excelente analista. Meses después, de regreso a dear Town, le llega un paciente de Costa Rica, potencial suicida. Si hay alguien que lo entiende, ese es Mickey, mi analista.

II- Heart of darkness

Le escribo sobre “la soledad, la soledad” de estos días, sin tomarme en serio, claro. Me pregunta si se parece a “el horror, el horror” y si estoy rodeada de caníbales y Dennis Hooper on acid. Yo creo que es peor. Aunque me río.