Monday, November 20, 2006

Y viceversa

Ría y yo nos peleamos. Aunque no sé cuán claro esté para los lectores del Chastity, este semestre, tras la irreparable partida de Amaya, Ría y yo nos mudamos juntas a “La casita”. La razón de la pelea no importa, pero ahora que la rememoro, fue muy parecida a las peleas que solía tener con mi hermana. Ese día habíamos hecho la limpieza ancestral por la que Ría clamaba. Yo le pedí un favor, ella dijo “No quiero”, yo le restrallé la puerta en la cara. Ella se fue. Yo, molestísima, trate de llamar a otra amiga y sin querer marqué el celular de Ría. Improvisé (de esto se está enterando ella por este medio), le dije cualquier cosa (muy molesta conmigo misma por mi despiste selectivo) y enganché. Me fui a casa de Violeta, a recibir terapia, porque me reconocía muy desbalanceada. Cuando llegué a la casa, ahí estaba Ria, en la entrada. Nos sonrreímos parcamente. Me encerré en el cuarto. Ella tocó la puerta, se sentó, me dijo infantil, yo le dije egoista, ella me dijo pataletera, yo le dije caprichosa. Me defendí, se defendió, la critiqué, me criticó, lloré, lloró, nos abrazamos. Luego almorzamos.

Los días en el Town no son fáciles. Son densos y la más de las veces aburridos. No se puede ir caminando a ningún sitio y la gente parece de embuste. Además, hace dos semanas que mi amor, quien estuvo de visita por tres semanas, regresó adonde pertenece. Cuando uno retoma la costumbre del cuerpo del otro, y el otro se va, el sueño se esfuma de tanto espacio que sobra en la cama. Estuve dos semanas desveladísima. También, tenía una ansiedad. Me pasaba la noche pensando en lo que no había dicho, lo que no había hecho, lo que no había escrito, incluso pensaba en lo que no había pensado. El lunes le hice una entrevista a un escritor que admiro bastante y la redacción de esas preguntas y la ansiedad de conocerlo no me dejaban quieta. Entonces, “Santa Melatonina, ruega por nosotros”. Saqué el pote de melatonina de la gaveta y problema resuelto. Ahora duermo y me disfruto lo que leo, lo que escribo y hasta lo que pienso.

En un mes estaré en la Isla, abandonaré la castidad impuesta y seré la que suelo ser a esa temperatura. Sin embargo, hay estrés acumulado y por venir: tres monografías y las solicitudes para cambiar de programa y, lo más importante, de coordenadas geográficas. Violeta cuenta que cuando la llaman sus amigas y le hacen el recuento de sus amenas y ajetreadas vidas ella hace el resumen de los últimos libros que se leyó. Ayer adopté la premisa. Total, las vidas de los libros validan la mía en el Mediano Oeste.

Ría escribe en una libreta planes b, c y hasta z de cosas que haría si no la admiten en el programa doctoral de sus sueños, o si no se admite ella en la vida monástica por cinco años más. Violeta se enamora de las novelas brasileñas y concluye que desde la adolescencia no se sentía tan identificada con una obra. Su nevera, cabe señalar, últimamente está llena, aunque si le compra la merienda a la niña el viernes no le dura hasta el lunes. Ahora, el niño, Violeta y yo modelamos abrigos con pluma de ganso, para que el invierno no nos congele las ganas de caminar…de su casa a la mía y viceversa.
Imagen: Propped, 1992, de Jenny Saville.