Tuesday, November 28, 2006

Y la casa tuya, tu calle y tu patio

Siempre quise celebrar un San Guivin como dios manda o como la historia de los pilgrims que trajo a casa la Niña manda. En mi familia (que no llega a eso) nunca se comió en la mesa, mucho menos se hizo un pavo, ni siquiera un pernilito, que es lo más comun. Mis primeros intentos fallidos de crear domesticidad fracasaron, pues viví con alguien que prefería cualquier hotdog antes de una cena familiar. Mis segundos intentos –los homosexuales- ni procedieron. Amaya pensaba que el pavo, el Día del Pavo, era irrelevante (aunque luego comiéramos pavo muchas veces).

Romeo Mex me llamó para decirme que me esperaba con un pavo –crudo, que conste. La sorpresa me mordió los dedos de los pies, pero era de esperarse, porque resulta que a el sí le encantan los simulacros de matrimonios felices. Le inyectamos vino, lo rellenamos de piñones y pasas, invitamos a unos amigos que hacían las veces de familia y jugamos a la casita.

En la noche nos enrollamos en un saco de dormir y jugamos a que acampábamos.

Tirada en la cama contemplé los pájaros pasar por la el tragaluz gigante del techo y jugué a ser un personaje en Las babas del diablo.

Me puse toda la lencería de la que soy capaz y jugué a ser playmate of the month.

Me pasé el fin de semana jugando y dando gracias a la vida, que me ha dado tanto.