I- Considerando el suicidio
Amaya y Zorba llaman desde Granada. Me recuerdan, dicen, mientras toman vino, comen cosas ricas, escuchan música triste y hacen caminatas. Sara manda su foto de los diarios, adorable. De Ria me llega un mensaje en el contestador: “Hola, no me gusta tu nuevo mensaje para decir que no estás. Me gustaba más el otro. Estoy en la frontera, a punto de cruzar para la ciudad.” Su road trip marcha.
Aguacates en las placitas públicas. Parece irreal. Amigos en el país en que viví tanto tiempo. Ser copiloto de un chico. ¿Cuánto me falta? ¿Y cuándo no vuelvo más?
Mickey me cuenta que una playa preciosa de Costa Rica está a la misma altura que el Town. Que una vez, estando ahí sentado mirando el océano con dos piñas coladas (una en cada mano, dice) trazó una línea imaginaria entre la playa y el Town. Y que de inmediato se preguntó cómo un tico podría no considerar el suicidio en caso de tener que mudarse de Costa Rica a el Town. Mickey es un excelente analista. Meses después, de regreso a dear Town, le llega un paciente de Costa Rica, potencial suicida. Si hay alguien que lo entiende, ese es Mickey, mi analista.
II- Heart of darkness
Le escribo sobre “la soledad, la soledad” de estos días, sin tomarme en serio, claro. Me pregunta si se parece a “el horror, el horror” y si estoy rodeada de caníbales y Dennis Hooper on acid. Yo creo que es peor. Aunque me río.













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