Me preocupa que a Violeta, en cuanto nos fuimos, se le hayan olvidado las reglas del blog. Violeta, sabemos que estás en el Town sola, y que esos 20 días fuera de allí parecen remotos, pero no puedes descifrar el secreto. El Town puede ser cualquier Town del Midwest. Ya hice lo pertinente. No tiene nombre, recuérdalo, mamita chula. Ayer hablamos. Quizá podría contarte cosas más divertidas en este momento, porque ayer acababa de llegar de una caminata de dos horas y estaba extenuada. La isla es bella, aunque no me he bebido ninguna piña colada todavía. Mi abuela hizo majarete. Prometo llevar el secreto conmigo al Town, si no es que ya Ría lo sabe. Ría me llamó desde Texas. Me dio una alegría escucharla. Yo estaba en mi alma mater, sentada frente a ese teatro que parece que nunca van a restaurar y al que solo fui durante el 98. Es precioso, Violeta, sé que lo adorarías. Allí estaba yo acabando de fumarme un porro de hydro (cripi, en el slang de la isla). Delicioso. En el verano la universidad está desierta acá también, pero así me gusta. Imáginate una isla llena de cemento en donde todo lo posiblemente grafiteable lo está efectivamente. Ahí estoy, y me he pasado horas en las guaguas y tren urbano mirándolos, entendiéndolos. Conocí a mi grafitera favorita el otro día. Se llama Sofía y hace unas cosas increíbles. La conocí porque ahora algunos llevan los grafitis a las galerías. Ay, mi querido Chastity heterodoxo. Le cuento a mi pintor la anécdota de Mickey. Me pregunta que si le pasará eso a él estando en el Town. No, le digo. Yo seré tu piña colada.













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