Si tú hubieses sabido habrías pensado que te hacía falta un poco de aventura. Pero si sabías, el vino de tercera y las “mentiritas” hicieron que se te olvidara. Fuiste a encontrarte con ella en el desvío que los condujo a tu casa. El plan se ingenió a oscuras, macabro, riéndose de ustedes que no prendieron la luz. A ella se le perdió un pendiente de la sorpresa, cuando supo que de noche te transformabas en animal marino, y cuando la dormiste, su corazón contrariado se rebeló porque le hubiera gustado que la fiesta no se terminara y por su naturaleza de corazón subversivo también. Entonces comenzó la verdadera aventura, porque entre risas y miradas cómplices tuviste que explicarles a todos los muñecos de papel que habías roto las reglas y que estabas allí junto a la evidencia para pagar por el crimen cometido. Pero no pediste perdón y bailabas de alegría ante tu pecado, que muy bien sabías que la Virgencita de la Guadalupe se acostaba con las siete potencias africanas en feliz orgía, y que Nuestra Dama, se moría de celos y se masturbaba mirando.













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